En la vega del río Alhama, en el extremo suroccidental de Navarra, muy cerca del límite histórico entre los reinos de Aragón, Castilla y Navarra, se encuentra el municipio de Fitero. La historia de esta localidad, indisociablemente unida a la de la construcción del monasterio cisterciense del mismo nombre, tiene como una de sus particularidades el hecho de haber sido incorporada al Reino de Navarra en 1373, constituyendo así una de las escasas modificaciones territoriales que experimentó el reino durante la Baja Edad Media. Por ello, y al cumplirse el 650º aniversario de aquel hecho histórico, el Archivo Real y General de Navarra (AGN) dedica su microexposición de octubre a exponer al público algunos documentos relacionados con la incorporación de Fitero al Reino de Navarra.
Tradicionalmente se ha considerado que el origen del monasterio de Fitero estuvo en un grupo de eremitas o comunidad religiosa que se instaló en el monte Yerga, a la que el rey Alfonso VII de Castilla habría donado en 1140 la villa deshabitada de Niencebas, ubicada a su vez en el actual término municipal de Alfaro. La muestra se abre con el documento de esta donación, un bello pergamino cuya autenticidad o completa exactitud hoy se cuestiona y que tiene como nota curiosa el que está fechado el 25 de octubre, pero no en una población concreta, sino in ripa Hyberi inter Calagurram et Pharo, es decir, “en la orilla del Ebro entre Calahorra y Alfaro”.
De lo que sí se tiene más constancia es de que en 1141 ya había sido fundado un monasterio en el mencionado lugar de Niencebas y que el cenobio tenía por abad a Raimundo, el célebre San Raimundo de Fitero, fundador después de la Orden Militar de Calatrava. Desde esa primitiva ubicación de Niencebas el monasterio se trasladaría después a un mejor emplazamiento junto al río Alhama primero denominado Castellón y después Fitero junto al que se desarrollaría la actual localidad del mismo nombre. Ya con su ubicación definitiva el cenobio fiterano prosperaría rápidamente siendo beneficiario, a causa de su situación fronteriza, de privilegios y concesiones tanto de monarcas castellanos como de navarros.
Esta rivalidad entre Castilla y Navarra por ganar influencia sobre el monasterio desembocaría a principios del siglo XIV en un violento conflicto abierto por el control tanto de Fitero como del vecino lugar y castillo de Tudején, hoy despoblado. Así, tras sucesivas ocupaciones y reocupaciones por parte de tropas navarras y castellanas, ambos reinos acordaron en 1336 previa mediación de la Santa Sede nombrar árbitros para resolver el litigio sobre Fitero y Tudején. Sin embargo, el procedimiento arbitral se demoró años y años sin llegar a darse solución al conflicto. De este modo, cuando en 1372 Castilla y Navarra decidieron someter al arbitraje del papa Gregorio XI y del rey Carlos V de Francia todas las diferencias fronterizas que había entre los dos reinos se volvió a incluir entre ellas la disputa sobre la pertenencia de Fitero y Tudején. Para dictar solución definitiva se comisionó al cardenal francés y legado pontificio para los reinos españoles Guido de Bolonia, quien sentenció el 3 de octubre de 1373 que Fitero y Tudején pertenecían al reino de Navarra. El monarca navarro, Carlos II, no tardó en solicitar llevar a efecto la decisión arbitral y en abril de 1374 nombró procuradores para reclamar su cumplimiento. Además, el 30 de agosto de ese mismo año procedió a nombrar a Pedro Sánchez de Monteagudo como alcaide del castillo de Tudején formalizando la definitiva incorporación de Fitero a Navarra. La microexposición se cierra precisamente con los documentos de este nombramiento, así como con un vistoso plano del tramo navarro del valle del Alhama.
Acceso libre y gratuito.
Lugar: Galería Baja
Horario: Todos los días de 10:00h. a 14:00h. y de 17:00h. a 20:00h.