El 22 de julio de 1274 moría en el entonces palacio del obispo y hoy sede del Archivo Real y General de Navarra, el rey Enrique I de Navarra. Tenía apenas 25 años, había reinado tres y, según las crónicas, fue su gordura lo que le llevó a la tumba.
Como su propia vida, su reinado fue también corto. Séptimo hijo de Teobaldo I, quedó huérfano muy joven. Hasta los 14 años estuvo bajo la tutela de su hermano, a quien en varias ocasiones acompañó en sus viajes desde sus dominios de Champaña y Bria a tierras de Navarra. El 3 de diciembre de 1263, al cumplir la mayoría de edad, su hermano le otorgó el título de conde de Rosnay junto con sus rentas, localizadas en Champaña, que disfrutó hasta 1271. Tomó parte en la guerra de Gascuña de 1266, con las tropas del senescal, al menos durante tres semanas. Su pretensión de casarse con una dama bajonavarra del linaje de los Lacarra tensionó las relaciones entre los dos hermanos. Entre 1267 y 1268 mostró su enfrentamiento con Teobaldo II y conspiró contra él. Ambos se reconciliaron en 1269 y Enrique, que por entonces contaba con 19 años de edad, contrajo matrimonio con Blanca, hija del conde de Artois y sobrina del rey de Francia. En 1270, cuando Teobaldo II partió para participar en la cruzada de Túnez, quedó como su lugarteniente y gobernador. Muerto el monarca, Enrique fue proclamado rey en Pamplona el primer día de marzo de 1271 y en el mes de mayo prestó homenaje feudal al rey de Francia por sus dominios en ese reino. Además de este viaje, Enrique I regresaría a Francia siendo rey en una segunda ocasión.
Tras su alzamiento, recorrió el reino confirmando los fueros y privilegios de las ciudades y villas, y prometiendo deshacer los contrafueros cometidos por sus predecesores. En cuanto a la ciudad de Pamplona, los cronistas le acusan de haber favorecido la enemistad entre los burgos pamploneses que originaría años más tarde la Guerra de la Navarrería y de haber sido hostil al clero.
Su breve reinado coincidió en un momento en el que Navarra tenía frontera con los reinos de Castilla y Aragón en el sur y con Inglaterra y Francia por el norte. El reino pirenaico se convirtió en una importante pieza en la rivalidad de los cuatro reinos, rivalidad en la que Francia saldría victoriosa. Este hecho condicionó la política matrimonial con los dos hijos legítimos de Enrique I y Blanca de Artois. Al primogénito Teobaldo, nacido en 1270, se le intentó casar con Violante, hija del rey de Castilla. Pero muerto el infante a temprana edad, fue concertado el matrimonio de su hermana Juana con Enrique de Inglaterra, aunque este enlace nunca se llegaría realizar por la oposición de Francia. Según dicta la tradición, de sus relaciones prematrimoniales con la dama de Lacarra surgió por línea ilegítima el linaje nobiliario de los Enríquez de Lacarra.
También durante la sublevación nobiliaria contra el rey de Castilla, Enrique I recibiría el homenaje de los conjurados, entre ellos del propio infante Felipe, hermano de Alfonso X el Sabio, y del señor de Vizcaya, Lope Díaz de Haro. La alianza no surtiría efectos porque los díscolos nobles castellanos se reconciliaron con su rey.
A la muerte de Enrique I en 1274, le sucedería su hija Juana I que, con apenas un año, quedó bajo la tutela de la reina Blanca. Esta dejaría el gobierno efectivo del reino en manos de su primo el rey de Francia. Juana se convertiría en la primera mujer reina propietaria del reino y, tras su matrimonio con el segundogénito del monarca galo en 1284, consumaría la unión de las coronas de Francia y Navarra por espacio de casi medio siglo.
Lugar: Galería Baja
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