5 F.ES.
Fernando Remacha Villar nació en Tudela el 15 de diciembre de 1898 y falleció en Pamplona el 21 de febrero de 1984. Primogénito de una familia propietaria de una ferretería, Remacha vivió la infancia en su ciudad natal en la que cursó estudios primarios y se inició en el solfeo con el método de Claude Augé, de mano del organista Francisco Carrascón, a la vez que cantaba como tiple. A los nueve años, le enseñó los rudimentos del violín Joaquín Castellano, maestro de capilla de la Catedral tudelana que no dominaba tal instrumento. A los once, comenzó estudios de Comercio, que siguió dos cursos más tarde en los escolapios de Pamplona, donde desarrolló el aprendizaje del violín con un buen profesional, Felipe Aramendia, cabeza de un cuarteto y solista de la orquesta local.
En 1911 se traslada a Madrid, para terminar peritaje mercantil. A la vez, se matricula en el Real Conservatorio Superior, donde aprueba de una sola vez los tres primeros cursos de solfeo, y recibe clases particulares de violín de José del Hierro, discípulo de Joseph Joachim, colega y antítesis estética de Sarasate. Terminados los estudios de violín, cursa armonía con Conrado del Campo, con quien mantuvo una relación discipular durante ocho años y amistosa siempre. Pocos días antes de cumplir los veinte de edad, el día de Santa Cecilia de 1918, obtiene el diploma de esa materia, cuyo primer premio compartió con Salvador Bacarisse. Con éste y otro condiscípulo de Del Campo, Julián Bautista, Remacha constituye el núcleo germinal del Grupo de Madrid. De esta época datan sus primeras composiciones, La Maja Vestida (1919), Alba (1922) y Tres piezas para piano, obra de fecha desconocida pero publicada en 1924.
Esta etapa madrileña —durante la cual colabora como músico tuttista en la orquesta de revista y zarzuela del Teatro Apolo— se cierra en 1923, cuando opta al Premio Roma, convocado por la Academia de Bellas Artes. En la Academia Española de Bellas Artes en el Gianicolo romano coincidió con Fernando García Mercadal, Timoteo Pérez Rubio, Eugenio Lafuente Castell, Pedro Pascual Escribano, Vicente Beltrán Grimal, Manuel Álvarez-Laviada Alzueta, Joaquín Valverde Lasarte, Emilio Moya Lledós y Adolfo Blanco Pérez de Camino. Compuso, no consta en qué tiempo, tres obras: Cantata para coro y orquesta, Motete para coro y orquesta y una fuga para cuarteto de cuerda —de carácter academicista—, además del ejercicio escrito sobre armonía y orquestación y un análisis de la obra de Debussy, autor por el que ya sentía una admiración sentida y crítica, que no maquillaba. Ganó el premio.
La etapa romana duró cuatro años, en los que trabajó con Gian Francesco Malipiero, al que a lo largo de la vida consideró el maestro verdadero y decisivo en información, ideas y quehacer musicales. Intervino en la transcripción y edición de Monteverdi que dirigía Malipiero y, para cumplir las bases de su pensión, escribió en el primer curso In festa Conceptionis Beatae Mariae para coro y orquesta, In dedicatione templi, coro a cuatro voces, e In elevatione Domini, arreglo de T. L. de Victoria a seis voces. En el segundo, Cuarteto para cuerda, fechado en Asolo en 1924. En 1925, Quam pulchri sunt, motete para coro y orquesta, y Sinfonía a tres tiempos. Y en 1927, último año de su estancia en la capital italiana y centenario del poeta cordobés, Homenaje a Góngora, suite orquestal. Esta obra la estrenó la orquesta Santa Cecilia de Roma en mayo de 1929, cuando Remacha, finalizado su pensionado, llevaba un año en Madrid.
En 1928, el compositor, para asegurarse ingresos, oposita a una plaza de viola en la Sinfónica de Madrid, gana el primer puesto y se integra en la plantilla. A la vez, colabora con la pequeña orquesta de Unión Radio, en la que comparte cuerda con su maestro Del Campo. Pero pronto dejó la orquesta de Arbós —Falla, en una entrevista personal en Granada habida en 1929, le recomendó ese abandono, para no sufrir influencias en su creación— y pasó a trabajar en Filmófono, empresa cinematográfica fundada por Ricardo Urgoiti y en la que ya trabajaba Salvador Bacarisse y luego otros compositores (García Leoz, Rodolfo Halffter, Tellería, etc.). Filmófono es referencia imprescindible en España en el paso del cine mudo al sonoro. Esta etapa vital significa para Remacha un período feliz y determinante. Conoce en Record, tienda de discos de Filmófono abierta en 1930, a Rafaela González Fierro, con la que casará en 1932, y se consolida como un compositor destacado del grupo emergente, la Generación musical del 27, también llamada Generación de la República.
En Filmófono vivió diversas fases laborales. En la etapa de cine mudo, sincronizó los discos con las escenas filmadas, luego escribió la música para películas de producción propia, y finalmente, como director técnico musical, de orientar sobre las novedades interesantes del mercado internacional, que importaba de Berlín y París. En el primer caso, se servía de discos traídos del extranjero. Así, fue uno de los primeros compositores españoles en conocer grabaciones de obras fundamentales de Stravinski, autor por el que ya en la etapa romana demostró un activo interés. Puso música a Don Quintín el Amargao (1935) y La hija de Juan Simón (1935), película ésta para la que contrató a Angelillo y a Carmen Amaya, y a ¿Quién me quiere a mí? —trabajo que le mereció la felicitación de García Lorca— y Centinela alerta (ambas, 1936). Esta última la dirigió Luis Buñuel, con el que trabó amistad.
Remacha jugó un papel fundamental en la presentación en 1930 del Grupo de Madrid, núcleo del que conocemos como Generación del 27 o de la República, según se considere la fecha de las primeras creaciones de aquellos compositores o las circunstancias sociales de su consolidación pública. Según recordó siempre Remacha, ese grupo reunió a Salvador Bacarisse, Julián Bautista, Rodolfo Halffter y Gustavo Pittaluga, más él mismo. En alguna ocasión añadió el nombre de Adolfo Salazar, pero no los de Ernesto Halffter, Rosita García Ascot y Juan José Mantecón, citados con frecuencia como componentes de esa generación musical. Se proponían hacer una música española alejada de modelos casticistas, regionales o folkloristas —sin despreciar ni ignorar la raíz folklórica— que renovase el lenguaje propio y lo integrase en las corrientes europeas. En el grupo, según observación de Pittaluga, Remacha era el más romántico y turbulento. De las obras de esta época cabe destacar el Cuarteto con piano, que le valió el Premio Nacional de Música de 1933.
El estallido de la Guerra Civil le sorprendió en Madrid. El músico siguió en la capital, que no abandonó siquiera cuando en septiembre de 1937 se estrenó en el Teatro de los Campos Elíseos de París la versión orquestal del ballet La Maja Vestida. Formó parte del Consejo Central de la Música, creado en julio de 1937, que le concedió el Premio Nacional de Música de 1938 por su Cuarteto para cuerda, escrito catorce años antes. Más tarde viajó a Barcelona, donde se reunió con la familia y permaneció de marzo de 1938 a enero de 1939. Llamada su quinta a filas, se incorporó al ejército en Gerona tres días antes de acabar la contienda. Fue el único componente de la Generación de la República que optó por no exiliarse. Se dedicó a la administración de la ferretería familiar y a una vida sencilla y hogareña en Tudela.
En ese período tuvo tiempo para una cierta actividad docente privada y oscura, desconocida durante muchos años, hasta que los alumnos comenzaron a revelar sus recuerdos. Fue entonces cuando participó en la fundación del Coro Gaztambide. Así se explica la abundancia de composiciones y armonizaciones para voces, si bien conviene añadir que el grupo para el que escribió muchas de ellas fue la Coral de Cámara de Pamplona, creada por Luis Morondo, que —no siempre fiel a las partituras originales— las interpretó a lo largo de cuatro décadas.
Cartel de fiestas, para piano, le mereció el primer premio en el certamen artístico-literario de San Fermín de 1946. Aunque tardó siete años en estrenarse en Pamplona, y por iniciativa privada, esta obra rompió el silencio y fue una manera de presentarse ante las instituciones y la vida cultural de su tierra. De la abundante música coral, religiosa y profana, ahora bien conocida, destacan Cantantibus organis (1950) y el Llanto por la muerte de Ignacio Sánchez Mejías (1955), a ocho voces, sobre versos de García Lorca.
La última etapa vital de Remacha se abre en otoño de 1957, cuando se inaugura el Conservatorio Pablo Sarasate de Pamplona. Tomó parte determinante en su gestación y desempeñó la dirección hasta que cesó en el cargo, a petición propia, en el curso 1972-1973, si bien siguió en las clases de armonía y composición, por no desatender a sus alumnos de los últimos cursos. Se jubiló en 1975. La labor de Remacha al frente del conservatorio pamplonés, cuyo edificio estrenó en 1963, no se limitó a la organización de las aulas y de los estudios, en los que desde el principio —incluida la presencia de Ricardo Urgoiti y de Karlheinz Stockhausen— insistió en la necesidad de atender las aportaciones de la música electrónica, entonces una novedad inquieta. Viajó por Europa para conocer el estado de los conservatorios y de la pedagogía musical, cuidó de incorporar maestros instrumentistas de talla al cuadro de profesores y se preocupó por que la música no quedase encerrada entre las paredes del nuevo edificio, pronto insuficiente.
Ya en 1958 celebró el primer curso de la Cátedra Félix Huarte, que financiaba el empresario navarro de tal nombre. En él participaron Franz Peter Goebbels, Óscar Esplá, Narciso Yepes, Enrique Franco — que hablaron de Béla Bartók, Gaspar Sanz y los guitarristas europeos de los siglos XVI y XVII, Schönberg, la Escuela de Viena y las transformaciones de la armonía contemporánea— y Pilar Bayona, que interpretó un programa de piano con obras, entre otros, de Bacarisse, R. Halffter, Pittaluga y el propio Remacha. La Cátedra Félix Huarte se presentó a partir de 1959 como Semana Gregoriana y contó con los máximos especialistas de la materia. En 1967 echó a andar la Semana de Música Antigua, ciclo intentado desde cuatro años antes, que nació como complemento de las Semanas de Estudios Medievales de Estella y que se ha mantenido hasta hoy, y también tomó parte activa y destacada en el congreso internacional de Universa Laus, celebrado en Pamplona y centrado en la renovación posconciliar de la música en la liturgia católica.
En 1963 la Semana de Música Religiosa de Cuenca premió Jesucristo en la Cruz, cantata sobre textos del Cancionero de Palacio publicado por Barbieri en 1890, estrenada el año siguiente en el ciclo conquense. Esta obra, de apariencia tradicional y moderadamente ecléctica —incluido un número, el quinto, dodecafónico—, cargada de áspero expresionismo y rabiosamente personal —no tiene nada que ver con la línea de la Generación del 27—, es la más importante y grávida de Remacha e hizo de él un autor de referencia en la música española de vanguardia, por otra parte huérfana de nombres. No deja de ser paradójico que Remacha deviniera una referencia para la vanguardia española, cuando esa obra resulta ajena a las preocupaciones de ésta en aquellos años. La cantata dio a conocer internacionalmente el nombre del compositor, al ser programada en el congreso pamplonés de Universa Laus.
En 1980, el compositor tudelano recibió por tercera vez el Premio Nacional de Música, homenaje al conjunto de su música, pero acaso más a su actitud ante las adversidades que la dificultaron y en buena parte la impidieron. Con ocasión de ese premio, resumió su vida en dos trazos: “Por causas ajenas soy un músico sin música. Durante años no pude escribir apenas nada, y luego, dedicado al conservatorio, tampoco”. El año siguiente, recibió el Premio Pablo Iglesias.
(http://dbe.rah.es/biografias/11147/fernando-remacha-villar - Consultado: 29/03/2019)
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El archivo musical de Fernando Remacha (1898-1984) fue adquirido por el Gobierno de Navarra en 1988 a su viuda, Rafaela González Fierro, y contaba con un inventario realizado en 1986 por Margarita Remacha, hija del compositor, y por el músico Antonio Baciero. Fue depositado en el Archivo General de Navarra el 31 de agosto de 2017.
El fondo está integrado por la producción musical de Fernando Remacha, además de cuadernos de apuntes y de su época como profesor.
La documentación es accesible al público de forma presencial en dependencias del Archivo Real y General de Navarra y a través de Archivo Abierto.
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