En 1622 la Iglesia Católica completó el proceso por el que Francisco de Jaso y Azpilicueta fue declarado santo y elevado a los altares como San Francisco Javier. Esta canonización intensificó la devoción por el nuevo santo, así como la propia identificación de Navarra con San Francisco Javier hasta el punto ser declarado copatrón de Navarra.
En el año en que se cumple el IV centenario de la canonización de San Francisco Javier el Archivo Real y General de Navarra (AGN) dedica su microexposición del mes de abril a exponer al público algunos de los documentos que custodia relativos a dicho acontecimiento.
En 1619, y como paso previo a la canonización, el papa Pablo V había declarado beato a Francisco de Javier. La beatificación, unida al creciente prestigio de la actividad misionera que el beato había llevado a cabo en Asia, así como el afianzamiento de la propia Compañía de Jesús (la orden que Francisco de Javier había contribuido a fundar) llevó a la Diputación del Reino de Navarra a iniciar gestiones para declararle patrón de Navarra. De este modo, en 1622, producida la canonización, la Diputación procedió a jurar como patrón a San Francisco Javier, juramento que sería ratificado por las Cortes en 1624. La microexposición se abre precisamente con el acta del juramento que la Diputación hizo del santo de Javier como patrón de Navarra.
Sin embargo, esta decisión de las autoridades del Reino de declarar patrón a San Francisco Javier vino a provocar un enorme conflicto con la ciudad de Pamplona que esgrimió la mayor antigüedad y derecho de San Fermín para ser considerado el patrón de Navarra en virtud de haber sido, según la tradición, uno de los responsables de la cristianización del territorio navarro en tiempos imperiales romanos. A este fin, las autoridades pamplonesas entablaron en los tribunales eclesiásticos de Roma un litigio judicial contra las autoridades del reino, el llamado pleito del patronato. En el transcurso del conflicto, Pamplona y la Diputación intentaron atraer para sí al mayor número de adhesiones, siendo que localidades como Tudela, Sangüesa, Tafalla, Corella o Fustiñana se adhirieron a la postura javierista de la Diputación, mientras que otras como Burlada, Artajona u Olite apoyaron la opción ferminista abanderada por la ciudad de Pamplona.
El grado de enconamiento del conflicto llegó a tal punto que finalmente el duque de Escalona, virrey de Navarra, se vio obligado a intervenir para convencer a las dos partes de llegar a una solución de compromiso. Este acuerdo entre las partes sería finalmente validado por el papa Alejandro VII mediante un breve, es decir, mediante una disposición papal, de 1657, que declaró tanto a San Fermín como de San Francisco Javier copatrones de Navarra por igual.
Finalizado el pleito, los siglos siguientes verían un incremento paulatino de la devoción por San Francisco Javier, así como de la vinculación en el imaginario colectivo del santo con Navarra. De ello son buena muestra la magnitud de los actos que se llevaron a cabo en 1922 con motivo del III centenario de la canonización del santo, entre los que se incluyó una peregrinación oficial al Castillo de Javier que, ya en la segunda mitad del siglo XX, daría origen a las anuales javieradas.
La microexposición se cierra una selección de los documentos de los actos de celebración de aquel tercer centenario de la canonización.
Acceso libre y gratuito.
Lugar: Galería Baja
Horario: Todos los días de 10:00h. a 14:00h. y de 17:00h. a 20:00h.